Cinco años apostándole a la paz
En el AETCR Georgina Ortiz se construye paz
—Llegamos aquí de ceros, hicimos nuestro campamento y llegó el invierno, la mayoría se inundaron en esta época, fuimos ayudando hacer las viviendas transitorias, a medida que se terminaban una, se iban habitando—, cuenta Angy Cardenas, firmante de paz, de cómo surgió el centro poblado Georgina Ortiz hace cinco años tras la firma del Acuerdo de Paz.
El centro poblado está ubicado en el municipio de Vista Hermosa- Meta, a diez minutos del corregimiento La Cooperativa, por tierra pueden llegar a ser doce horas de viaje desde Bogotá, entre un camino que inicia en carretera y termina en jeep transitando por una vía de trocha.
En las paredes de las casas, las placas de superboard se convirtieron en lienzos, llenos de imágenes que aluden a los animales de la selva, la llanura y los rostros de hombres y mujeres de quienes conmemoran su historia. En el poblado viven alrededor de 320 personas, en agosto de 2021 recibieron la personería jurídica como Junta de Acción Comunal (JAC), esto les permite una mayor interacción con los espacios de participación que tiene el municipio.
Para la reintegración económica han constituido una Cooperativa Multiactiva que integra como proyectos productivos: la ganadería multipropósito, cultivo de caña, sacha inchi. Las mujeres conformaron la Asociación de Mujeres Emprendedoras Por La Paz y está el proyecto de Turismo Comunitario Integral Oriente Verde.
Elvia Arroyave, es firmante de la paz, risueña, tiene los ojos rasgados, es vicepresidenta de la Asociación de Mujeres y asegura —ser lo más simple de la vida—, es madre de un niño de tres años, le encanta el árbol de mango que está en el pequeño parque infantil de Georgina, actualmente termina su bachillerato y la materia que más le gusta es Sociales —porque allí vemos Historia y me gusta conocer el pasado—. Combina sus estudios y la maternidad con la confección en el taller de sastrería Hilos de Paz.
—La Asociación nace con un grupo de veinticinco mujeres en proceso de reincorporación y algunas integrantes de la comunidad cercana al Poblado que decidieron unirse para buscar autonomía económica y la ayuda mutua—, explica Angy, quien ha participado en la estructuración de un plan de vida a diez años que apuesta por formas sostenibles para vivir en equilibrio con la naturaleza.
En el taller tienen cinco máquinas planas, una fileteadora, un collarín, una doble aguja y una pega botones. —La primera vez que cogí la máquina plana me dio unos nervios, ¡pensé que me iba a chuzar con las agujas!, ya le fui cogiendo confianza hasta que ya logré que la costura me quedara recta—, cuenta Elvia, lo primero que confeccionó fue un tapabocas y lo que más le agrada coser son faldas largas. El diseño de faldas hace parte de la colección Poderosas, entre telas de chalis, sedas, lino, dril, aberturas y pliegues, las mujeres con sus manos crean prendas cómodas y provocadoras de belleza.
—Allá esas muchachas sudan petróleo—, afirma Darío Barrero, firmante de paz, refiriéndose al calor que se concentra en el taller debido a las estructuras en las que están fabricadas las viviendas transitorias. El taller tiene dos horarios de funcionamiento, un grupo inicia en la mañana y termina al medio día, el siguiente labora desde la 1:00pm y salen antes de que se oculte el sol por el oriente. Muchas de las mujeres asisten con sus hijos al taller porque no tienen quien se los cuide. El taller es un lugar para los niños y niñas, las mascotas y las telas.
Darío junto con Lucia, más conocida como “la mona” han hecho una familia en medio de la guerra y en Georgina en estos tiempos de paz, su casa está invadida de plantas y flores. En unas botas pantaneras pintadas de blanco hay un letrero que sentencia: hemos caminado muchos caminos y aquí estamos firmes con la paz. Son tantas las experiencias en la vida en armas que Lucia anhela escribir un libro autobiográfico.
Alejandro Bello, fue vaquero siendo combatiente y junto con Lucia pertenecieron al mismo Frente, anda con un poncho colgado que tiene impreso una extensa llanura, fue escogido en una asamblea para liderar el proyecto de ganadería doble propósito, donde se obtiene carne y leche de las reses. Tienen cuarenta y un vacas, trece están en producción. —Nos gustaría vivir de nuestro proyecto y no estar pensando en un año cómo vamos a comprar una libra de arroz—, afirma Alejandro, quien lleva dos años impulsando esté proyecto productivo.
En un rincón de Georgina crece la caña, sus hojas son espigas que se acompasan con los vientos que transitan por la Sierra de La Macarena. La primera plantación inició con diecisiete toneladas de semilla. — Nosotros mismos la sembramos, ¡se puso el cañaduzal muy bonito!, salió la panela y nos echamos a sembrar más, después hicimos sumas y restas y no quedaba ganancias porque nos tocaba llevarla a otro lado para procesar la caña—, cuenta José Cabrera, firmante de la paz y fiscal de la JAC.
Actualmente en la cooperativa ya cuentan con un trapiche, a pesar de los desencantos y aprendizajes con la caña, en nueve meses se espera la próxima cosecha para procesarla y lograr alcanzar toda la cadena productiva.
En la iniciativa de turismo comunitario han sembrado tres mil árboles en Georgina, —deseamos tener un bosque comestible y nuestro propio pulmoncito—, señala Angy. En el Poblado tienen un alojamiento rural construido con técnicas de bioconstrucción y ofrecen al visitante una guianza por un corredor artístico- rural a partir de murales, un recorrido de una hora que inicia en el casco urbano de Vista Hermosa y termina en Georgina.
En Georgina los firmantes de la paz quieren quedarse de manera definitiva en el lugar que han llenado de color, siembra, creatividad, que lo han transformado de “lodo a raíces”, como se llama el paquete turístico de Oriente Verde, el cual combina el turismo de naturaleza, de aventura, la agroecología y la memoria histórica.
Georgina está en el epicentro del tesoro de la Orinoquía, muy cerca del piedemonte andino, la selva y las sabanas amazónicas, con la tranquilidad que brinda el paisaje Lucia tiene tiempo para contar de panchito, un mico que alguna vez la acompañó, le hizo un gorrito y una hamaca exclusiva para él o el loro que le enseñaba a bailar y hacer piruetas. En su casa hay gatos, perros y gallinas.
Darío, Lucia, Elvia, Angy, Alejandro y José son sólo algunos rostros que con su trabajo y convicción durante cinco años han decidido transitar por el camino de la paz, tienen un plan de vida comunitario donde buscan que la fuerza de la existencia pueda enraizar y florecer.
El PNUD en Colombia acompaña el proceso de reincorporación socioeconómica de los excombatientes comprometidos con la paz. Gracias al apoyo de la Embajada de Noruega, las historias de vida de las personas en proceso de reincorporación que impulsan el desarrollo rural en Colombia a través de proyectos productivos, son contadas.
Por: Fundación Chasquis.
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