Una granja para cuidar la vida y garantizar la paz
COMUCCOM, una cooperativa que construye paz en Putumayo.
—Dejar la palabra empeñada, para que después lo maten, eso no tiene presentación, dar la vida por construir la paz, yo creo que es lo más heroico que puede existir—, atestigua Jorge Santofimio, presidente de la Cooperativa Multiactiva Comunitaria del Común (COMUCCOM), ubicada en el departamento de Putumayo, municipio de Puerto Guzmán, Inspección de Santa Lucia, vereda Los Corrales, en la granja Comuccom a cuatro horas desde Puerto Asís.
—Fue muy duro salir del centro poblado de paz Heiler Mosquera, donde había una media casa y algo de servicios a donde no había nada, ¡nada es nada!—, recuerda Jorge.
Alba Gómez, es apicultora, socia de la Cooperativa, cuenta que cuando llegaron a la granja, —fue un peladero lo que nos encontramos y ahí empezamos a construir ranchos de plásticos y ¡usted se puede imaginar en el Putumayo cómo calienta un rancho!—.
Veinticinco firmantes de la paz decidieron salir del centro poblado porque allí no contaban con tierra para emprender un proyecto productivo. —En las filas le daban todo a uno, aquí hay que echar calculadora para conseguir los insumos de los gastos del hogar—, asegura “Paula”, su alias en la guerrilla, inspirado en una actriz de televisión y como más le gusta que la llamen en lugar de Alba.
Jorge recuerda que la asociación de plataneros en los primeros días les traía plátanos y la comunidad llegaba con yuca, arroz, entre otros. La Cooperativa se creó el 24 de noviembre de 2017, al mes siguiente se inscribieron en Cámara y Comercio; en el 2018 había noventa asociados y al 2021 alcanzan los ciento cincuenta adscritos a la Cooperativa.
En la granja actualmente veinte familias comparten la vida comunitaria y solidaria.
—Nosotros tenemos un lema: la paz se construye colectivamente, aquí con lo poquito vamos sumando—, comparte Jorge. Comenzaron de cero tras lograr un comodato por cinco años con la Alcaldía de Puerto Guzmán, el predio tiene 48 hectáreas y han usado 12.7 para implementar un proyecto piscícola, de apicultura y un vivero.
La cría de alevinos —es el proyecto de vida de la granja—, asegura Armando Aroca, desde que tenía cinco años le dicen colombino, aún desconoce las razones de su apodo.
Actualmente es el representante legal de la Cooperativa, viene de una familia de diez hermanos, fueron niños y niñas que crecieron en medio de las vacas, chivos, perros, cultivando plátano, yuca y maíz. Tres compartieron con él la vida en las Farc-Ep siendo jóvenes.
En la primera siembra de tilapia, tuvieron cinco cosechas alcanzando las catorce toneladas que vendieron a nivel local, departamental y un comprador en Pasto. Ahora preparan la segunda siembra, cuentan con tres estanques de producción para engorde, otros pequeños en pre-cría, esperando elevar la producción de cinco peces por metro cúbico a diez. En los estanques se refleja el cielo de la región amazónica, las piscinas de peces limitan con un parche de bosque, árboles que pretenden alcanzar las nubes.
En el bosque de la granja el Comité de Mujer y Género impulsa un proyecto de apicultura, lo integran dieciocho mujeres entre firmantes de la paz, familiares, hijas y mujeres de la comunidad de Puerto Guzmán y Santa Lucía (Putumayo).
Iniciaron con quince colmenas: tres son de abejas sin aguijón y las restantes de especie africanizada. —Los seres humanos no les damos ni a los tobillos a las abejas—, afirma Alba, tras la malla de protección de su traje de apicultora, que le cubre el rostro para evitar ser atacada por las pequeñas polinizadoras.
En este año buscan reproducirlas y aumentar el nivel de colmenas, para el próximo año esperan extraer la miel y sus derivados. Fue la forma productiva que encontraron las mujeres para no tumbar el bosque y contribuir a la conservación, dada la cualidad de polinizadoras que tienen las abejas.
El grupo monitorea de manera permanente las colmenas y cuida en especial que no sean invadidas por hormigas. De esta manera el Comité sostiene los sueños de la vida comunitaria en sintonía con la naturaleza. Un proyecto que desde otra arista comparte Anselmo Ortiz.
Anselmo es socio y vocal de la Cooperativa, amante de los animales, tiene una perrita que es su sombra, cuenta que durante el tiempo en armas, alguna vez llegó a tener un venado bebé que se lo regalaron unos indígenas durante un recorrido. El venado lo acompañaba a hacer la guardia y dormía con éste en el cambuche, en un tiroteo se perdió y nunca lo encontró.
Anselmo es dicharachero, alegre, afirma tener una familia de locos, — En mi familia hay un policía, uno que fue paraco, una hermana bruja y yo que salí guerrillero—, se sonríe de su propia historia, tenía 18 años cuando se incorporó a las Farc-Ep y fue testigo de la calma y después de las hostilidades de la zona de despeje en el Caguán.
Las andanzas guerrilleras traen consigo conocimientos sobre el bosque, la naturaleza y las plantas, esa conciencia, generaron la consolidación de un vivero, que germina árboles maderables, frutales amazónicos y de pancoger en la granja, —para poder generar empleo y también resarcir el daño que le hemos hecho a la tierra—, explica Anselmo.
Putumayo, es uno de los departamentos que registra los mayores índices de deforestación por la explotación forestal y la ganadería extensiva, por lo cual el objetivo del vivero es generar un sistema silvopastoril, donde las plantas nutren la tierra, sirven como forraje y de usufructo para el ganado. Busca ser una experiencia demostrativa que restaura el bosque y recupera fuentes de agua.
Al 2021 ocho integrantes de la Cooperativa han sido asesinados. En este momento la Cooperativa cuenta con un esquema colectivo de protección. El aire en la zona tiene vientos de miedo y tensión, intentan buscar salidas sostenibles para la reincorporación en medio de la disputa territorial de los grupos armados ilegales, tanto de paramilitares como de las disidencias, sumado a los montajes de falsos positivos judiciales que se han visto expuestos.
Hombres, mujeres, jóvenes, niños y niñas de la granja, hace cuatros años comenzaron a abrir el camino de una paz incierta, han logrado mapear los propósitos y tienen sueños que se transforman en acciones.
Con sus labores sostienen la germinación de plantas, la cría de peces, acompañan la reproducción y sostenibilidad de la naturaleza. Son quienes se han despojado de la guerra para contarla y construir una historia que opta por cuidar la vida y garantizar la paz.
El PNUD en Colombia acompaña el proceso de reincorporación socioeconómica de los excombatientes comprometidos con la paz. Gracias al apoyo de la Embajada de Noruega, las historias de vida de las personas en proceso de reincorporación que impulsan el desarrollo rural en Colombia a través de proyectos productivos, son contadas.
Por: Fundación Chasquis.
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