La reconciliación comienza con una taza de café

La reconciliación comienza con una taza de café

CafePaz, una cooperativa que le apuesta a la paz en el Huila

— (…) Me dieron una cafeterita los del patio y me dijeron: —Con eso usted tiene que sobrevivir para que no le esté pidiendo a la familia—. Inicié vendiendo tinto, después tinto con pan, hasta que logré poner una chasita (punto de venta) y ahí fue cuando dijimos con Miguel: cuando salgamos de acá de la cárcel el negocio de nosotros va ser el café—, rememora Mauricio Lozano, más conocido al interior de la antigua Farc-Ep como “perro sonso”.

Mauricio pasó tres años y medio en la cárcel como preso político, pero gracias al Acuerdo, hoy adelanta su proceso de reincorporación en el municipio de Algeciras-Huila, es el presidente de la asamblea de la Cooperativa Multiactiva Agroindustrial de Algeciras- Cafepaz.

Algeciras, significa isla verde en árabe, es la zona más montañosa del Huila, fue el corredor entre los municipios de Huila y Caquetá de la Columna Móvil Teófilo Forero. Es el segundo municipio cafetero del Huila y el único en el departamento en ser incluido en los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial – PDET, los cuales priorizaron a los 170 municipios más afectados por el conflicto armado, con mayores índices de pobreza, presencia de economías ilícitas y debilidad institucional, los cuales buscan una transformación integral del campo y la ruralidad colombiana.

Todas estas características hicieron que Algeciras se consolidara como un lugar para apostar a la construcción de una paz estable y duradera de cuarenta firmantes que decidieron salir del Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación, ETCR Oscar Mondragón ubicado en el Caquetá. 

En las rejas de la fachada de una casa pintada entre franjas de amarillo pastel y blanco, cuelga un pequeño tablero acrílico, con una caligrafía a mano alzada anuncia el precio de compra del café, allí funciona Cafepaz, una cooperativa en donde los caficultores llevan el café verde para que se los compren, compitiendo con el precio de federaciones y otros compradores, intentando precios justos para reconocer el trabajo de siembra y cosecha de los campesinos. Este es el propósito de los 205 caficultores que se han asociado a la Cooperativa.

—Yo miraba que mi papá y mi abuelo cultivaban café; mi abuelo se ponía escoger bien el cafecito y mi papá traía ese café bien feo, iba y lo vendía al mismo precio, de ahí aprendí que el caficultor sabe sembrar, pero no sabe vender—, explica Mauricio con su tono opita, de una familia de nueve hermanos, que sobrevivían de jornales de vez en cuando —y eso era lo que más brillaba, en aquella época —, enfatiza Mauricio de la cotidianidad que vivió en el campo hasta sus veinticuatro años, edad en la que se incorporó a las Farc-Ep.

Mauricio baja por una pendiente con botas pantaneras, machete al lado izquierdo, ha ensamblado con un galón plástico y un pedazo de cuerda, una especie de mochila donde lleva plántulas de cafeto, las cuales tardarán entre dos a cuatro años para dar las primeras cerezas de café. Analiza el suelo, su fuerza perfora la tierra y pone en contacto las raíces de la planta, así las siembra, cuida y controla su crecimiento.

Huele a café tostado en la Cooperativa, suenan los granos de café saliendo de los sacos y hundiéndose en la trilladora, frutos que caficultores recogieron de sol a sol, una semilla primigenia del siglo XIII en Etiopia, en el cuerno de África y que fue viajando por los trasatlánticos, expandiéndose por el mundo, una cereza que le ha dado de comer a varias generaciones de campesinos en el país.

En Cafepaz iniciaron con la compra del café, pero —a medida que estamos vendiendo, vamos sembrando de poco a poco nuestro propio cultivo para tener una semilla que nos diferencie en la región—, anuncia Miguel Salinas, representante legal de la Cooperativa y quien sentenció en una conversación con Mauricio hace algunos años en la cárcel, vender café.

Miguel estuvo por siete años incorporado en las filas de las Farc-Ep y veintidós meses en la cárcel, fue amnistiado con el Acuerdo de Paz, tiene un esquema de seguridad — ¡No sale a la calle ni loco!— y su único destino certero es la cooperativa. Durante el 2020 ha recibido amenazas y aunque renunció a las armas, el miedo y la muerte siguen rondando su existencia.

 — El caficultor le dice a uno: ¡qué van hablar de café ustedes, sí sólo saben de armas, ¡nos vienen hablar de café cuando nosotros llevamos años jodiendo con esto!—, cuenta Mauricio. En la Cooperativa quieren insistir en que el caficultor mejore su siembra y le de valor a su trabajo, el cual por lo general no entra en la cadena de costos al momento de la compra. —Mirábamos en los años 2016 y 2017 el precio del café no superaba un millón de pesos, eso quiere decir que para el caficultor es pérdida total, después que la carga de café pase de este precio, si le queda rentabilidad al caficultor—, explica Miguel.

Después de que el café que se compra en la Cooperativa y pasa por la secadora, se selecciona un porcentaje que va para los aliados comerciales y otra cantidad es para un proyecto con equidad de género, liderado por trece mujeres entre firmantes de la paz, desplazadas y madres cabeza de hogar.

Iniciaron con una arroba que les donó la Cooperativa y obtuvieron 27 libras, las cuales se distribuyeron entre las integrantes para venderlas. —Se recogió la plata y se tostó otra arroba (…) Ahora se ha regado el cuento… ¡Qué buen café (…) buena tostión y calidad tiene!—cuenta emocionada Leidy Salinas, tesorera del proyecto, tiene 27 años, inició su adolescencia en las Farc-Ep, donde se formó como enfermera, ecónoma, explosivista y radista. Ahora es una experta en café para convertir el grano y llevarlo hasta la taza.

Durante las conversaciones de paz Leidy recuerda, 

—uno entra en pánico porque al principio no fue fácil, siempre hay una duda que esto salga bien, por la historia que hay de los otros procesos de reincorporación—.

Leidy ha visto un proyecto que crece y proyecta tener tiendas propias para su comercialización, que la Cooperativa sea una exportadora directa de tres variedades de café: pergamino, verde oliva y tostado.

Los socios de Cafepaz se ven enfrentados de manera permanente con retos para consolidar las iniciativas productivas, pero es la constancia, el propósito empeñado en la paz y el buen vivir, hace que Cafepaz sea una opción para los firmantes de la paz en la isla verde, que ha atestiguado la guerra y ya no quiere más sobrevivir a la tragedia de las balas. 

Mauricio, Miguel y Leidy ahora toman café de los granos que se tuestan en Cafepaz, han pactado sus esfuerzos para lograr alternativas a la reincorporación y mejores garantías para los caficultores de la región. Sus vidas están impregnadas de aroma de café y de semillas que hacen germinar la paz.

El PNUD en Colombia acompaña el proceso de reincorporación socioeconómica de los excombatientes comprometidos con la paz. Gracias al apoyo de la Embajada de Noruega, las historias de vida de las personas en proceso de reincorporación que impulsan el desarrollo rural en Colombia a través de proyectos productivos, son contadas.

Por: Fundación Chasquis.